Friday, July 28, 2006

Lectura para sully
Internet - El nacimiento de una gran nación


- Christian Ferrer

El emblema técnico de la época actual es la red informática, como antes lo fueron la máquina de vapor, el cine, la TV... A cada tipo de sociedad ha correspondido una tecnología que ha sobrevivido y mejorado según las necesidades e intereses predominantes. Si bien Internet resiste como espacio de confraternización e intercambio de información, la preponderancia de sus funciones comerciales y financieras va en aumento -parecería que es la misma correspondencia entre el oro y el pirata-, además de que "una utopía de electrodomésticos inteligentes -dice el autor- no es lo mismo que una red de relaciones comunitarias".

En las épocas en que se renueva el parque tecnológico del mundo, se reorienta también el imaginario popular sobre las tecnologías de punta. A cada una de esas épocas corresponde un emblema técnico, suerte de estandarte que porta los emblemas del progreso y el confort (el dueto que ha constituido el espacio de comprensión de las tecnologías en la modernidad): máquina de vapor, tren, cine, automóvil, televisión, nave espacial. A fines del siglo XX, cuya aceleración temporal ha superado toda otra percepción del tiempo conocido, se enarbola una nueva bandera: la red informática.
Ciertos momentos históricos han señalado la ceremonia de traspaso de la insignia. Así, en 1895, cuando se proyecta en el Café de la Paix de París la primera película de la historia del cine se ve a un tren haciendo su entrada a la vez en una estación ferrocarrilera y en la pantalla de cine. Otro caso: en 1969, gran parte de la humanidad pasó una noche en vela y en vilo con el objetivo de ver cómo Neil Armstrong imprimía su huella plantar en el polvo lunar. La televisión, que había logrado traspasar las fronteras geográficas cedía su privilegio al enorme juguete que entonces rompía la barrera del espacio. Pero ya antes, una vez al día, el parabrisas del automóvil desprendía el ojo humano de la pantalla de la televisión. Se trata de paisajes, o de postales, si bien se mira.
El "blanqueamiento" de Internet
Postales. Internet es el nombre de un nuevo mapa geográfico. Una cartografía en el siglo pasado incluía redes ferroviarias; en los años 20 agregaba redes carreteras y vías náuticas; en los 50, rutas aéreas; en los 80, la posición orbital de los satélites artificiales de comunicación. Hoy, la guía de usuarios on-line es el equivalente del conmutador telefónico. El nuevo modificador del espacio y el tiempo humanos ya está generando enormes transformaciones económicas, financieras, políticas y culturales, aunque por el momento esto afecta a las clases medias modernas de las grandes ciudades del mundo. Pero es solo cuestión de tiempo. Tiempo: para dar cuenta del creciente y quizás indetenible prestigio y uso de Internet es preciso pensar en la manía moderna por la "aceleración social": tren, avión, Internet.
No dejo de pensar que los principales asuntos humanos pudieran no tener nada que ver con la velocidad de los transportes y de las comunicaciones, sino quizás con la demora y la meditación. Pero ya proponer semejante idea suena a blasfemia. E, incluso, a intromisión política. Se podría arriesgar lo siguiente: si la computadora es una invención que nace a partir de los diversos esfuerzos por acelerar y rearticular eficazmente la información a lo largo del tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial; es decir, que el entorno en que ella nace está dominado por el imaginario de la guerra, quizás la expansión actual de la red informática sea un efecto del fin de la guerra fría.
Recuérdese que, en un primer momento, Internet constituía un dispositivo descentralizado del Pentágono, apto para reorganizar el esfuerzo bélico norteamericano en caso de ataque nuclear. Lo que quizás suponga que ya se están desarrollando nuevas estrategias y tecnologías bélicas superadoras. Convendría observar con cuidado lo que ha ocurrido últimamente en Yugoslavia: guerra "inteligente". Guerra, en definitiva. Cuando Internet es “blanqueada” ante la población civil, en los años 80, ello ocurre primeramente en las universidades del "Primer Mundo". De hecho, la red académico-universitaria se constituyó en el conejillo de indias que sirvió a modo de prototipo experimental antes de su lanzamiento comercial y mundial.
Así como el oro es al pirata
Ahora bien, cuando se organiza un nuevo espacio, como cuando se descubre un nuevo continente, no solo se suscita la interconexión total de la sociedad, esta vez, por medio de cables y programas de computación, también principia la circulación de flujos financieros de capital. Atrás llegan los ladrones. Es inevitable: la correspondencia entre el oro y el pirata es tan segura como la que ha reunido a militares y prostitutas en puestos alejados de frontera o a marineros y novias en cada puerto.
La traslación de numerosos dispositivos asociados al capitalismo de consumo hacia la red trajo aparejados problemas de seguridad financiera. Tanto la piratería informática como los virus ("veneno", en latín) devinieron acontecimientos oscuros en la red informática, que lentamente han ido generando un intenso costado paranoico en los usuarios. De allí la obsesión para identificar al visitante informático, obsesión que quizás esté forzando al desarrollo de innovaciones en las técnicas policiales, sobre todo las asociadas a la biometría: la muestra de sangre y la nervadura ocular reemplazarán próximamente a la huella digital. Un diskette o un mensaje informático pueden ocultar un serpentario.
Es cómico que a través de las empresas que se ocupan de la seguridad en la red, como a través de la casuística judicial, ya se estén reestableciendo opuestos bien conocidos de la actualidad: trabajador honesto y delincuente informático, a quien se le supone capaz de llegar hasta los secretos mejor guardados de los gobiernos y de alterar el normal funcionamiento de las instituciones y de los ritmos laborales. Se podría arriesgar, otra vez: así como el sótano y la buhardilla de la típica casa burguesa moderna acumulaban los terrores subjetivos y los secretos de familia que no debían salir "al aire libre", y así como los servicios de inteligencia del Estado acumulan el contenido reprimido de la conciencia social de la nación y los secretos inconfesables de los ciudadanos, Internet está acumulando no solo el contenido inútil de la conciencia social sino también los secretos financieros asociados a la sociedad de consumo.
¿Se podría haber hecho otros usos de la red? Al comienzo, las ilusiones humanitaristas y las esperanzas de índole anarquista la supusieron un espacio de confraternización humana perfecto, así como un vehículo para hacer circular libremente la información. Pero este periodo libertario duró un instante apenas, o bien existe -o resiste- actualmente en la red pero disminuida su eficacia o taponados sus objetivos por la preponderancia de las funciones comerciales. Toda tecnología se acopla a un determinado tipo de sociedad.
Quizás apreciemos mejor la idea si prestamos atención al destino de los relojes de arena. Contra lo que la gente supone, los relojes de arena no son más antiguos que los de cuerda. El reloj de agua o el de sol sí lo son, pero no los de arena. Aparecieron hacia el 1300, tal cual los primeros relojes de cuerda. ¿Por qué sobrevivió este y no el de la fina arenilla? La respuesta es sencilla: no es que el reloj de cuerda fuera más exacto (porque al principio el de arena era bastante más exacto que el otro). Ocurre que el de arena no tenía como destino medir el tiempo. Medía actividades. El automático, por el contrario, nos coloca a nosotros en el centro de un complejo cronometrador. Las ocho de la mañana constituye un rasero obligatorio para todos los habitantes de una nación. Es decir, que el reloj automático resultó más acoplable que el de arena a las nuevas necesidades de la sociedad industrial. La supervivencia -y mejoramiento- de una tecnología está asociada al tipo de sociedad en la que "entra en juego".
Utopía de electrodomésticos inteligentes
Gran parte de los discursos publicitarios acerca de Internet exageran su utilidad. Exceptuando que alguien realice un uso puntual, puede llegar a perder el tiempo, enredándose en vericuetos laberínticos. Salvo que perder el tiempo en la red suponga la lenta construcción de nuevas matrices de identificación social asociadas a las nuevas tecnologías. Entonces, el mouse, la laptop, el modem y el correo electrónico ya serían parte del arsenal doméstico obligatorio de los ciudadanos del futuro. Parece una maqueta de resplandeciente futuro destinado a seducir a las clases medias pudientes y modernas de toda Latinoamérica. Pero una utopía de electrodomésticos inteligentes no es lo mismo que una red de relaciones comunitarias. Tono de las conversaciones, tenor de las políticas, ritmo de las velocidades sociales, se juegan más en una fiesta o en una plaza que en redes inmateriales.
Pero proponer esto es casi inútil, pues como las nuevas tecnologías se presentan a sí mismas como símbolos de comodidad y progreso, y como estas dos palabras son conjuros mágicos de la modernidad, realizar un análisis desapasionado y político de las mismas se vuelve doblemente complicado. Quizás comenzamos a constituirnos en el prototipo humano defectuoso al que se pretende mejorar para que calce en ese cielo nuevo: el ciberespacio. Después de la época industrial del hollín ya no miramos a las nubes sino que instalamos cableados y programas antivirus. ¿Cómo colocarnos un cable a tierra?

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