Friday, July 28, 2006

Lectura para jimena

Falsimedia y sus escritores
(No sé quién fue el inventor del palabro, pero es igual, será vox populi, es suma­mente afortunado y espero que acabe formando parte del vocabula­rio de la DRAE). Este artículo mío versa sobre la falsía que acompaña a los me­dios de comunicación en los aspectos más allá de lo re­gis­trado por los boletines de noticias. Jaime Richart [16.03.2006 16:06] - 94 lecturas - 8 comentarios


Pero también, sobre el po­bre juicio que me merece gran parte de los escritores que colabo­ran en Falsimedia por muy brillante que sea su pluma o pre­cisamente por serlo...

Que las Torres Gemelas ardieron y se desplomaron un 11 de setiembre, que un tren en la estación de Atocha de Ma­drid ex­plosionó un 11 de marzo, que el PSOE ganó las elecciones en España el año 2000, que nevó ayer en los Pi­rineos, que el Ma­drid empató hace unos días con el Arsenal o que Bush, Bono o Blair han dicho en rueda de prensa esto o lo otro y aparece entrecomi­llado, son datos in­controverti­bles. No ofre­cen dudas, nadie los discute y cual­quiera puede verifi­carlos.

Pero ¡ay amigo!, quién fueran los autores y por qué del 11-S y del 11-M, cuáles fueran, si las hubo, las intentonas de ma­ni­pular el escrutinio de las elec­ciones generales, si fue­ron 12 ó 20 centímetros de nieve los que cubren las pistas de esquí de Baqueira, si en el resultado del partido hubo intentos de so­borno, o si lo entrecomillado se saca o no decontexto son datos cuya factibilidad depende de la credibili­dad que nos ins­pire quienes transmi­ten con proyección glo­bal cada no­ticia. ¿Qué razones hay para mentir, para de­formar o para mani­pu­lar hechos, autores, motivos de las grandes y pe­queñas noticias? Miles. Políticas, mer­cantiles, ideo­lógicas, bur­sáti­les. Ayer oía, por ejemplo, que China ha reconocido "su fra­caso" en su política en varias áreas de sus Ministerios. No es exactamente así. China dice que no ha alcan­zado to­dos los objetivos que se había pro­puesto. Menuda diferen­cia entre re­conocer un fracaso y la naturali­dad que hay en los políticos comunistas -sí políticos- y paí­ses de “buena volun­tad”. Los ejemplos se podrían contar a diario por decenas...

La difusión de hechos y sucesos no ofrece en general par­ti­culares sospechas. Pero si se tiene en cuenta que quienes di­funden luego los pormenores, la autoría de los mismos, etc so­bre lo noticiado son personas de carne y hueso para­peta­das tras agencias incorpóreas, personas jurídicas, tras gru­pos me­diáticos que pretenden ser libres libres pero en reali­dad están comprados o interpuestos por el poder que perdura mientras el político de partido pasa, o que están simplemente a favor del Poder financiero, o que son ga­bi­netes de prensa de las poli­cías... el resto de lo que tiene relación con la noticia a lo largo de días, semanas, meses o años depende exclusi­vamente de la fiabilidad que inspi­ren las fuentes y quienes abren sus grifos. Para mí y para los que hemos sido tocados por el espíritu santo de Falsimedia, la fiabilidad es sencillamente ninguna.

Los periódicos tienen sus catecismos y libros de estilo, y los ca­nales de radiotelevisión criterios cambiantes. De ellos nos hemos de fiar y por ellos nos enteramos “de todo”. Pero lo cierto es que medios audiovisuales y prensa no tienen más controles que los que provienen de ellos mismos; cierto es que a me­nudo entre ellos se solapan; cierto es que alegan una ética de la que hemos de confiar “porque sí”; que sólo dicen estar someti­dos al poder judicial, un poder que o cha­lanea también con ellos o in­terviene muy poco o nada salvo a impulsos de querellas promovidas por los particulares...

En el argot internauta efectivamente se llama Falsimedia pre­cisamente a los medios habituales de difusión. Significa como su propio nombre indica que cuentan “todos” con muy poca credibilidad en el sentido que digo. Aunque unos me­nos que otros. Muchos acos­tumbramos a desconfiar por de­fini­ción por­que tenemos moti­vos sobrados. Los es­cép­ticos, no tanto por condición personal como por lo que los an­tiguos llamaban "natura­leza de las cosas” (de rerum natura), por la lógica natu­ral, por el conocimiento de la con­dición humana y de cada so­ciedad detectamos fácilmente las con­tradic­ciones que va de­jando la estela de cada noticia. Sa­be­mos bien hasta qué punto mienten, falsean, sesgan y ter­gi­versan en función de las pau­tas interesadas de las fac­cio­nes políticas asocia­das a ellos, de los intereses financie­ros, co­merciales, científi­cos que vigilan a fondo para no per­der con­troles ni ganan­cias. También sabe­mos cómo actúan los me­dios que calcu­lan constantemente cómo rentabilizar, es­tirán­dola, una pe­queñez convertida en no­tición o cómo em­peque­ñecer una noticia tremebunda y com­prometedora para al­guien o para al­guna institución, en pequeñez. (Incluso a fuerza de ver un millón de veces el impacto de los aviones en el WTC me hace a veces sospechar que fue un juego de ilusionistas como los de David Coperffield, igual que tam­bién hoy hay quien duda de que el hombre haya llegado a poner pie en la luna)

Pero es que los analistas políticos, los periodistas y hasta los escritores al uso siguen la misma senda en la dirección trazada por los medios. La dirección de la noticia ha sido a su vez mar­cada, sugerida o impuesta por el Po­der. De este modo, lo cierto es que los sucesos de hoy sólo serán verifi­ca­bles con un cierto porcentaje de fiabilidad de­ntro de 30 ó 40 años, o quién sabe si dentro de dos siglos.

De momento todos los hechos están para “nosotros” bajo sos­pecha. Y mucho más los que hay detrás de ellos. Somo scontraconspirativos de las conspiraciones. Desde el real li­derazgo terrorista de Bin Laden, pa­sando por las atrocida­des personificables en Milosevic, hasta la sos­pe­chosa auto­ría del 11-S que muchos atribuyen ya a la pro­pia ad­minis­tración yanqui, en realidad es imposible saber qué se cocina sobre todo ello.O sí, que se oculta lo que importa y se ilu­mina lo que les conviene; que se nos hace creer lo que no es y se nos vela lo que es...

Todo lo que llega al gran público mundial sobre lo que su­cede o no sucede, sa­biendo que se hace opaco a menudo lo grave y se magni­fica lo insignificante, es un producto ma­nu­facturado o una conspiración que ha triunfado sobre otras conspiraciones. Esta es sencillamente la historia del mundo en los momen­tos que se juzgan los acontecimientos. Cons­pi­ra­ciones que supri­men otras conspiraciones. Los árboles me­diáti­cos no dejan deli­beradamente ver la maraña de hechos complejos. Y del mismo modo que es mucho más difícil co­no­cerse uno a sí mismo que al otro, es más compli­cado ana­lizar los hechos que vamos vi­viendo en el día a día y en nuestro propio pueblo, que analizar lo que “parece” ha suce­dido y cómo ha sucedido a cinco mil kiló­metros de dis­tan­cia. La rela­ción espacio tiempo está pre­sente también en todo en la histo­ria del presente.

Así pues, mis reacciones contra los escritores que anali­zan con pluma hábil los hechos es consecuencia de esta re­sis­ten­cia mía y de la mayoría en Internet a lo que Falsime­dia cuenta. Y los crí­tico y acuso severamente porque cre­yendo, como creen ellos a pie juntillas lo que les cuentan -que es lo mismo que se nos cuenta a todos-, le­vantan monu­mentos a la retórica y lucen sus cerebros extra­ordina­rios en vez de des­confiar o ceñirse a análi­sis de los hechos desnudos que na­die va a po­ner en duda.

Ya sé que esto último es lo que hace el filó­sofo y el intelec­tual puro. Por eso niego esa condición a to­dos aqué­llos, por muy profesorales que sean sus prédi­cas o por serlo; porque aca­ban de ese modo haciéndose cómplices de la gran impos­tura que, a través de Falsimedia, está su­mido el mundo de hoy.
La cuestión es que si esos ilustres escritores ponen en duda lo que leen, oyen y ven a diario, como hacemos los que es­ta­mos a este lado del asunto, se les caería el palo del som­brajo, no podrían elaborar tan sesudamente sus escritos y la prensa y medios quedarían reducidos a boletines de noti­cias y guías comerciales. Sólo los filósofos verdaderos ten­drían verdadero derecho a difundir sus re­flexiones, y no­sotros ce­lebrarlo. Por­que los filósofos piensan sólo sobre hechos in­controvertibles y no sobrerumores y falsías de comadres, de mentideros y de patio de vecinas de mala muerte. Y sobre esto es sobre lo que ordinariamente escri­ben esos ilustres que a menudo cito y de­testo. Y los detesto justamente por eso, porque con su mejor o peor ga­nado prestigio apuntalan Falsimedia...
Evitemos ser domados por las claves que utiliza el Poder acompañadas de una cohorte de discursos de superficie es­critos y difundidos por quienes glosan la realidad a partir "sólo" de ellas en los medios.

El consejo del día podría ser: dejemos de alimentarnos “sólo” del lenguaje y de la reali­dad única extraídos del pen­samiento único, que es de lo que exclusivamente se alimen­tan a diario los necios...

Los puntos de vista que se pueden conocer en Internet siempre están desprovistos de toda intención espúrea: son el orujo del buen vino que la preocupación estética del Poder nos brinda para que todo encaje y cuadre. Y aunque sean ideológicos, este medio de tiene la ventaja de que permite enseguida verles el plumero. Sin embargo no sólo la realidad supera a la fantasía: también desmiente a menudo y rotun­damente con creces a Falsime­dia.

Por eso yo rogaría a quienes no crean en mí ni sean parti­darios de mi forma de ver las cosas, que no me aleguen para llevarme la contraria millones de datos y opiniones que circu­lan por ahí fuera de Internet. Sepan que de uno en uno los cojo cada día con papel de fumar a pesar de que no fumo.

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