Friday, July 28, 2006

lectura para jose martin

Encubrir las fuentes

La utilización de fuentes que no se dejan identificar ha suscitado una de las polémicas más candentes sobre el periodismo de investigación. Hay profesionales que afirman que nunca publicarían una información proveniente de una fuente que no se dejara identificar. Otros profesionales, sin embargo, defienden la posibilidad de publicar datos revelados por una fuente que exige el anonimato.
Algunos autores defienden que el periodista, también el de investigación, debe trabajar siempre con fuentes que se dejen identificar porque con el anonimato se secuestra al lector un elemento esencial para valorar el alcance de las revelaciones publicadas. O, lo que viene a ser lo mismo, afirman que el lector tiene derecho a conocer la identidad de la fuente de información.

Núñez Ladevéze (1991) considera importante que los datos sobre el tipo de fuente utilizada aparezcan claramente explicados en el "primer párrafo" de la información. Esto es así porque para el lector el texto tiene connotaciones diferentes. "Además, suele ser frecuente en los periodistas ocultar que la iniciativa no proviene de ellos, pues si se da esta circunstancia son conscientes de que el valor informativo del texto queda devaluado".
H. Strenz (1983) se refiere a la importancia de la identificación de las fuentes y cita a Charles Seib, periodista del Washington Post, quien afirma que "el encubrimiento de las fuentes noticiosas (...) es un juego en contra del público. La prensa y sus miembros habitualmente saben quién está informando (...). Sólo los lectores siguen en la oscuridad. Hace unas décadas, la 'fuente bien informada' y el innombrable 'alto funcionario' eran pájaros raros. Pero hoy esos muchachos reservados pero conocedores están en todas partes".
La postura contraria tiene también claros defensores entre los profesionales del periodismo de investigación. Éstos remarcan que en muchas ocasiones la única posibilidad que tienen de sacar a la luz hechos ocultos es a través de fuentes que no se dejan identificar públicamente. Es más, alegan que si esas fuentes consienten en aportarles información es porque confían en el periodista y saben que no les va a identificar nunca, pase lo que pase. Desde esta perspectiva, se considera prácticamente imposible que una fuente suministre información confidencial, secreta y de alto riesgo dejándose identificar. Para algunos de estos profesionales, trabajar solamente con fuentes que se dejan identificar sería el fin para el periodismo de investigación.
Para Antonio Rubio la identificación de la fuente de información no es un derecho del lector. "Hay que tener en cuenta ­afirma este periodista­ que en el periodismo de investigación, sobre todo en determinados temas, las fuentes de información asumen o pueden asumir riesgos importantes por el hecho de suministrar informaciones al periodista. Por ejemplo, si el hecho de citar a tu fuente significa, hablando claramente, que le puedan pegar un tiro, el periodista debe conocer la posible existencia de ese riesgo, debe saber lo que le puede ocurrir y, por lo tanto, es responsable también de esos aspectos. De ahí que en determinadas circunstancias sea muy importante mantener como sea en secreto la identidad de una fuente".
A pesar de que algunos periodistas consideran que el texto resultado tiene el mismo valor tanto se cite como no a la fuente, es justo decir que un texto de investigación tiene mucha más calidad informativa, más rigor, si en el texto aquella aparece identificada.
En cualquier caso, no se puede perder nunca la perspectiva de que lo determinante a la hora de valorar la calidad final de un texto de investigación es la veracidad de lo que se cuenta. Cuál es la historia y su importancia, que el texto sea veraz, informativamente atractivo, llamativo y de interés general.
Con todas las cautelas posibles, cabe decir que si la información que el periodista publica es verdadera, la fuente de información pasa a un segundo plano. Lo que finalmente aparece como importante es si lo que está publicando ese diario es verdadero o falso, no cuál es la fuente que está detrás. El valor del texto de investigación no lo da la identificación de la fuente, sino la veracidad de lo que se publica y el salir siempre indemne de todas las demandas que circulan alrededor de cada texto de investigación.
Otra cosa diferente es afirmar que sería oportuno para el periodismo de investigación que los periodistas utilizaran cada vez más fuentes de información que se puedan identificar. Lo idóneo sería que en la mayoría de los textos de investigación éstas aparecieran identificadas y solamente en casos muy excepcionales se guardara la confidencialidad de las fuentes.
Además, en los casos de fuentes altamente interesadas que se dirigen al medio de comunicación para ofrecer confidencias, como son el caso de las filtraciones, habría que ser rigurosos en la identificación, pues ésta, claramente, busca y saca un provecho especial con su confidencia. La utilización indiscriminada y exagerada de fuentes anónimas, como ya ha sucedido a lo largo de estos últimos años, puede conducir a informaciones excesivamente interesadas, sesgadas y a la manipulación.
La conveniencia de publicar informaciones filtradas
La polémica sobre la conveniencia de publicar las filtraciones, teniendo en cuenta que se trata de un trabajo con fuentes anónimas que tienen un interés especial en que se publique el dossier puesto a disposición del periodista, ha suscitado también no pocos debates entre los propios profesionales de esta modalidad periodística.
El único criterio que se debe exigir al periodista para publicar unas filtraciones, aunque sean completas, es que haya comprobado la veracidad de los datos filtrados. Si la filtración es cierta, es legítimo publicarla. Éticamente no existe otro obstáculo más que la comprobación de su autenticidad. Sólo las filtraciones comprobadas, estén o no acompañadas de documentos, pueden ser publicadas. El periodista y su medio de comunicación asumen un riesgo muy alto si publican filtraciones que no han sido verificadas a través de otras fuentes.
Todos los periodistas investigadores insisten en la importancia que tiene la verificación de las filtraciones antes de proceder a su publicación. Sin embargo, frecuentemente nos encontramos ante textos publicados que han sido totalmente filtrados y sobre los que no se ha procedido a una estricta verificación.
José María Irujo afirma que sus compañeros de profesión publican frecuentemente filtraciones y reconoce que él también las ha publicado, aunque explica que siempre lo ha hecho después de proceder a su verificación. "Nosotros recibimos en Diario 16 un paquete de cintas con unas grabaciones que le hizo no sabemos quién al juez Baltasar Garzón durante la instrucción del caso GAL. Eran ochenta y tantas cintas. Comprobamos su
veracidad, hablamos con el juez Garzón, nos entrevistamos con las personas que hablaban con Garzón, comprobamos que las cintas eran auténticas y nos dieron conformidad para su publicación. Era evidente, patente, obvio, que había existido ese espionaje hacia una personalidad importante de la judicatura y lo publicamos. Lo que luego no podemos hacer es ir a una radio o dar una conferencia, dar una charla, o escribir un libro, o contestar a un cuestionario, y decir que el caso X que descubrimos es periodismo de investigación y estuvimos trabajando durante ocho meses, porque es mentira y un fraude al lector. Si un medio de comunicación publica filtraciones cuya veracidad ha comprobado, lo que no puede hacer después es presentar esos textos como si se tratara de una investigación".5 Irujo aporta así una clave esencial que debe predominar en el trabajo con filtraciones. No existen problemas éticos o deontológicos para la publicación de filtraciones siempre que el periodista haya comprobado la veracidad de los datos filtrados. Lo que no puede hacerse nunca es presentar esos textos como producto de una investigación.
Reconocimiento público de una filtración
En ocasiones, los medios de comunicación tienden a presentar informaciones que han recibido íntegramente filtradas como si se tratara de textos de periodismo de investigación, elaborados a través de un trabajo minucioso realizado por un equipo de investigadores-periodistas.
La publicación de informaciones filtradas que se presentan ante el público como textos procedentes del periodismo de investigación nos introduce de lleno ante prácticas que atentan abiertamente contra
las normas deontológicas de la profesión periodística. Antonio Rubio se muestra muy rotundo cuando afirma: "En el periodismo sucede lo mismo que en la medicina o la abogacía. Hay corruptos y chorizos. Por lo tanto, en el periodismo sí hay gente que publica filtraciones enmascaradas como textos de investigación, pero es una práctica antiética". Si el periodista oculta al público que el texto publicado proviene de un dossier filtrado, está escondiendo un dato muy importante y que tiene relación directa con el contenido de la información pues, de alguna forma, las revelaciones publicadas forman parte de una maniobra protagonizada por personas, o entes, que tienen un interés especial en que sean difundidas. De ahí que sea muy importante que el lector pueda saber en cada instante si el texto que tiene delante es producto de una filtración, o el resultado de una investigación. De esta forma, el lector puede valorar con mucha más precisión el alcance real de la información.
José María Irujo afirma que es muy importante para el público conocer que las informaciones publicadas en un determinado texto provienen de una filtración, pues se trata de un importante dato que otorga al texto una dimensión especial. "Hay casos bastante patentes de historias auténticas, verdaderas, que provienen de filtraciones y que se deben publicar y que yo mismo publicaría si las obtuviera. Ya he expuesto el caso de las cintas de Garzón, que publicamos y firmé con mi nombre y si me llegaran mañana otras filtraciones y las comprobara, las publicaría, pero nunca podré presentar ese trabajo como periodismo de investigación. Cuando me pregunten debo tener la honestidad de decir que nos han llegado anónimamente al periódico o que proceden del empresario Ruiz Mateos porque me las ha entregado en mano, porque esta parte de la historia también es importante que se conozca, porque de alguna forma todo ha formado parte de una cierta maniobra y ha habido un interés para que eso se publique y eso es importante que se sepa. En España, recientemente, ha habido casos, yo creo que patentes, en los que se ha pretendido disfrazar como periodismo de investigación lo que era periodismo pagado a través de talonario o lo que era la maniobra de un financiero para librarse de la acción de la justicia. ¿Debían publicarse esas revelaciones? Pues obviamente creo que sí, pero lo que nunca se debió hacer es disfrazarlo como periodismo de investigación".
Desde la perspectiva del público sería importante que el lector conociera si los datos sobre los que se sustenta un texto publicado provienen de un dossier filtrado o no. Aunque, normalmente, se trata de una fórmula que nunca o en muy raras ocasiones se lleva a la práctica.
Desde la perspectiva del periodista o del medio de comunicación difícilmente se pueden establecer mecanismos para obligarles a que reflejen en el texto publicado si los datos han sido filtrados o, por el contrario, investigados. El único recurso es apelar a la ética del periodista para que no disfrace como producto de una investigación un texto cuya redacción se basa en datos filtrados y que, en caso de que lo sean, lo exponga claramente al público.
A través de esta práctica de enmascaramiento, "los medios de comunicación han logrado acostumbrar a sus audiencias al consumo indiscriminado y casi cotidiano de informaciones filtradas que no se presentan como tales sino como simples componentes del flujo informativo normal" (Borrat, 1989).
Aun reconociendo la importancia que tiene para el público conocer si el texto que publican deriva de una filtración, algunos periodistas investigadores no se muestran partidarios de poner en práctica fórmulas para que el público diferencie entre un texto elaborado con datos filtrados y otro de investigación.
Así, José María Irujo no considera importante que aparezca en el texto la especificación de si los datos son producto de una filtración, aunque insiste en que públicamente no debe ocultarse nunca. "Cuando las historias que se publican son importantes, son relevantes, en ocasiones, prácticamente siempre, los autores de la información son llamados a la radio, a la televisión, conceden entrevistas, publican artículos, publican libros, etcétera y ése es el momento en que deben tener la honradez y honestidad de decir que los datos proceden de una filtración interesada, o de un señor al que pagamos una cantidad porque no había otra forma de conseguir sus revelaciones, para que el lector conozca todos los elementos de la historia, no solamente uno. Si el periodista miente en esto, si no tiene la honestidad y la honradez para contar la verdad sobre la procedencia de los datos cuando se lo preguntan, pues ¿cuál es su credibilidad? Ésa es la pregunta que dejo ahí en el aire".
Otros periodistas, sin embargo, consideran que el lector tiene derecho a conocer si los datos provienen de una investigación o son producto de una filtración. Ricardo Arqués comparte este criterio, pero afirma que los medios de comunicación son los menos interesados en hacerlo. "Al medio de comunicación le interesa vender los textos como resultado de una investigación, como resultado de un gran esfuerzo del medio y del periodista, y no presentarlo como algo que nos han puesto encima de la mesa y lo hemos publicado".6

Vistas así las cosas, podemos afirmar que es prácticamente imposible que los medios de comunicación, cuando publican informaciones filtradas, acepten especificar en el texto que se trata de datos filtrados por una fuente de información. En cualquier caso, y puesto que nos encontramos ante una práctica que tal y como reconocen los propios profesionales atenta contra la ética periodística, los medios de comunicación deberían constatar en sus textos esta particularidad. Sólo así se podría recuperar parte del prestigio perdido durante estos últimos años al camuflar filtraciones como textos de investigación.
El pago por las informaciones
En numerosas ocasiones, sobre todo en la práctica del periodismo de investigación, la fuente de información puede solicitar al periodista una cantidad económica como condición para poner a su disposición la información o documentos que posee. Algunos medios de comunicación, y algunos periodistas también, afirman que nunca pagan a las fuentes de información por conseguir los datos que persiguen. Es más, en ocasiones se defiende este punto de vista como si de un principio se tratara, afirmando incluso que el pago por informaciones es una práctica contraria a la ética periodística.
Quienes defienden a ultranza este punto de vista no quieren reconocer que en el marco de la empresa periodística la información siempre tiene un precio económico. La empresa paga al periodista, a través de su salario, por conseguir informaciones a través de sus fuentes y paga a las agencias por suministrarles diariamente informaciones. El mismo público paga para estar informado a través de los medios de comunicación.
La información tiene un precio y, en ocasiones, hay que pagar a una fuente de información para conseguir sus revelaciones. No se trata, por lo tanto, de una norma contraria a la ética periodística, sino más bien una faceta más de las reglas del mercado. Consideramos por lo tanto ético pagar a una fuente de información si sus revelaciones merecen la pena, si va a aportar unos datos que son fidedignos y que el público tiene derecho a conocer porque afectan a la dimensión pública de la sociedad. A este respecto recogemos una frase de Melchor Miralles refiriéndose al pago de informaciones por parte del diario El Mundo en el caso GAL: "No sé si El Mundo ha pagado a Amedo y Domínguez, pero yo, personalmente, hubiera pagado cualquier precio por conocer la verdad".
Otra cosa diferente es que los textos elaborados a través de documentos comprados se presenten posteriormente como resultado de una investigación. Una práctica que, en la actualidad, es habitual en algunos medios de comunicación.
El uso de filtraciones en el periodismo de investigación
Tras todos los aspectos abordados en este artículo, podemos concluir que en el trabajo de investigación una filtración es útil para obtener referencias o pistas que los periodistas usarán para ratificar o desmentir su carácter de filtración. La filtración ofrece así pistas importantes y se convierte en una buena base para que el medio pueda investigar los datos que se han puesto a su alcance, busque más información, la compruebe, amplíe y, finalmente, la publique.

Como ejemplo característico de esta fórmula, en la que la fuente que filtra va aportando pistas que posteriormente debe investigar el periodista, tenemos la relación que en los inicios de la investigación sobre el caso GAL mantuvo el periodista Ricardo Arqués con una fuente anónima a la que bautizó con el nombre de "Garganta Profunda". Cuando Arqués comenzó a dar los primeros pasos sobre la trama de los GAL, desde la redacción del diario Deia, recibió una llamada anónima que le puso tras la pista de José Amedo Fouce como dirigente del GAL. En una llamada posterior el comunicante anónimo le citó los nombres de tres hoteles de Andorra y le sugirió que buscara allí la relación entre Amedo con cuatro miembros del GAL. Los primeros pasos de esta investigación los dio Ricardo Arqués de la mano de esta fuente anónima que, en posteriores llamadas, le sugirió la relación de Michel Domínguez con José Amedo, le puso tras la pista de un "zulo" del GAL en el que encontró armas, explosivos, municiones y abundante documentación y le dio los nombres de los lugartenientes de Amedo al frente del GAL.

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